viernes, 19 de enero de 2018

La Pelada por Alejandra Correas Vázquez

Si alguien considera que la información, fotos o vídeos extraídos de Internet (páginas web, foros, bloggers, etc...) e incluidos en este blogger están violando sus derechos de Copyright o cualquier otro de propiedad intelectual no tienen más que enviarme un mail a alberto.pascualmata@gmail.com.ar, para atender lo más pronto posible su pedido o reclamo. Muchas gracias.

                       Toda publicación la hago después de la introducción de 
                                       "A Güemes, con otra mirada afectiva".

          Barrio Güemes, moderno con huellas del pasado. Hay mucho que decir y mucho que contar, con el aporte del El Libro callejero de Pueblo Nuevo, carteles que recuerdan hechos, personajes de carne y hueso y fantasmas que fueron protagonistas de este pintoresco barrio.
           Mi aporte fue sacar fotos de los carteles en mis paseos que hago por el barrio y así surgió el hacerlo en forma de blogger, a través de mis fotos y bibliografía de consulta ir sumando más información del barrio.
          Donde se nota el paso el paso del tiempo, de lo que fue, lo que es y de las huellas de nuestros pasos a través del tiempo, donde queda una parte de ella, reflejado en sus calles y edificios. Quiero mostrar las historias de vida de ciertos personajes que transitaron sus calles, que lo supe por parte por su gente y otra por los carteles y buscando su historia o leyendas populares, allá y hace tiempo.
          Y será oportunidad para recordar y escribir de aquella historia y de sus personajes que hicieron y dejaron tales como la Pelada de La Cañada, "el Chancho" Benedicto, La Gallina Gigante, el Cabeza Colorada, el Farol, o sucesos que marcaron el barrio.
          También quiero decir y agregar que los límites sobrepasan, porque hay lugares donde las leyendas y personajes que hicieron al barrio más allá del El Abrojal, Pueblo Nuevo y hoy Barrio Güemes que en un tiempo fue más extenso. 



   publicado 13/05/2010
selección página externa/ dirección de emial


(Fantasma mítico, leyenda cordobesa, ciudad argentina)

            Aquella mañana dedicábase la policía a desalojar Peladas de la vereda de La Cañada, pues era noche anterior al Día del Estudiante (21 de septiembre) el cual había dado lugar a numerosos asados serranos...Tanto como a guitarreadas nocturnas en los domicilios céntricos -especialmente del mentado Barrio Clínicas estudiantil -adonde concentrábanse en mayoría los jóvenes universitarios, siempre dispuestos a una alegría contagiosa
¡Y por lo tanto!...de acuerdo al ritual proliferación de Peladas matutinas. O sea, estudiantes universitarios ataviados como el fantasma de la "Pelada de la Cañada".
La noche tibia que daba final al invierno y comienzo a los exámenes finales o a la preparación de los mismos, era la indicada para el primer brindis y el último, por un tiempo prudencial. De tal modo ellos no habían querido terminar sus festejos primaverales, sin el ritual estudiantil de salir disfrazados de Peladas. 
Cara blanca muy embadurnada por crema, harina, maicena o alguna pintura inofensiva. Los ojos bordeados de carbón o vaselina negra al igual que la boca... ¡Rostro de Calavera!...
Ropa femenina más bien obscura, más bien con toallas colgando o una larga salida de baño de los abuelos, como también algún cubrecamas liviano arrollado desde el cuello que les permitiera correr, zapatos femeninos o zapatillas fáciles de transitar para huir de las persecuciones policiales... 
Y una voz de mujer imitada a grititos agudos:
¡Estoy tan triste... dame un consuelo!
cuando la victima era una jovencita madrugadora rumbo a la escuela y a la que ellos perseguían por las calles pudiéndole galantear zafadamente, escondidos en este anonimato.
Las mascaritas también gustaban asustar a las ancianas de misa de 6 hs, moviendo las caderas muy femeninamente luego de largos ensayos, y haciendo que su osamenta masculina resultara ridícula mientras iban riendo ruidosamente, como una comparsa de Carnaval salida de contexto, donde los únicos que se divertían eran ellos.
Pero con esta inventiva vitalizaban un folklore cordobés por todos comentado, que tenía su espacio propio -inclusive- en los diarios. Desde el puente de Boulevard San Juan has el puente de Humberto Primo... todo ese largo escenario de ellos.
Los canas (los policías) ya les conocían este derrotero y cuando recibían alguna llamada desde la sacristía de una iglesia -generalmente por medio del Sacristán quien quería dejar libre el camino para que sus viejas volvieran en paz a sus domicilios- los uniformados buscaban un coche, dos caballos con jinetes... ¡Y a llevarlos a la comisaría!.. hasta que alguien los retirara de allí.
Y tal aconteció esa madrugada desde Humberto Primo hacia arriba ya habían llegado a atrapar una media docena de estudiantes disfrazadas de Peladas de la Cañada... cuando de pronto vieron a su alcance al séptimo (de la docena completa de muchachos que había salido aquel amanecer luego del festín estudiantil, para asustar a las ancianas iglesieras y a las bellas niñas del secundario).
Los muchachos en realidad ya estaban agotados, semidormidos, semipasados de jarana ininterrumpida y sentados en ese vehículo policial -custodiado por dos jinetes cansados- reían copiosamente hasta dejar de correr lágrimas conservando casi afónicos, en la compañía cómplice del canita que los vigilaba. Extendidos y adormilados convidábanse con un pucho o sea un resto de cigarrillo común. Irían ahora como otras veces hasta la comisaría para cebar mate al Cabo... y a volver lo antes posible (recogidos por un pariente o un profesor comprensivo) pues los exámenes se avecinaban y había que preparar todas las bolillas.
¡Es la Pelada!  ...¡La  ...Pelada! gritó el primer uniformado que iba delante de todos montado en su caballo ¡Por supuesto!... otra pelada o pelado... ¡qué más da! contestóle el jefe de la partida malhumorado, por aquella tarea que no revestía ningún interés profesional para él ¡Paremos... Paremos! ...¡Es la Pelada! ... PELADA ... ¡Sí! ¡Sí! El jefe de policial asomó entonces su cabeza fuera del coche pues ya nadie le obedecía. La figura femenina de obscura y larga vestimenta caminaba sobre la vereda en el borde de La Cañada casi junto a ellos, a la altura donde el murallón de piedra se une con el Boulevard San Juan...
Y todos la veían desplazarse serenamente. No evidenciaba prisa ni temor por la patrulla policial y lentamente cruzó el puente hasta desaparecer frente a todos: en El Abrojal.
¡Y quién podía a esas horas de semipenumbra con aquella vestimenta internarse en El Abrojal? un predio cubierto de ramaje donde la ciudad de Córdoba concluía en aquellos tiempos...
Sólo la verdadera Pelada de la Cañada!
Canas y estudiantes quedaron petrificados como estatuas de sal... Y el tupido Abrojal... esa célebre tierra de nadie... se cerró detrás de aquella figura delgada que contorneaba sus caderas, con movimientos ondulantes dentro de su larga y obscura vestimenta, no sin que antes volviese la cabeza para que todos ellos pudieran confirmar, que tenía cara de: ¡Calavera!
¡La vieron de verdad a esa distancia y con esa penumbra? Lo único cierto es que el Cabo en la Comisaría se quedó sin nadie que le cebara mate, pues ni siquiera sus canitas regresaron. Ni el jefe de la partida. Ni pudo conocerse quiénes eran aquellos estudiantes disfrazados de Peladas, que habían visto con sus propios ojos, a la verdadera Pelada.
¿Fueron testigos reales?
Quizás esto fueron posible en un mundo citadino de antaño donde el Calicanto o Cañada tenía su hegemonía popular. Los niños jugaban de día sobre sus veredones. Los doctores caminaban mostrándose muy erectos por esa Cañada, rumbo al Palacio Tribulanicio. Las ancianas iban a misa de 6 hs. caminando por allí. Las jovencitas cruzaban raudas por ella, los diarieros madrugadores atravesaban sus puentes voceando noticias nuevas... Esa era La Cañada diaria. La de todos los cordobeses, que habitaban en una ciudad casi colonial cuando los semáforos y el transito eran un mundo enloquecido aún por llegar. Cuando las ciudades argentinas gozaban de la calma chicha del Cono Sur, distante y ajeno todavía al convulsionado mundo de hoy.
Pero allí esa mañana en la Comisaría, el Cabo estaba solo... la pava fría, el mate seco... y los canas ausentes sin aviso. Todo habían huido a sus domicilios -con caballos incluso- en un estado de chucho que les duró el día entero. No se registró nunca ningún incidente malo que pudiera recordarse con respecto a dicha Pelada de La Cañada, era motivo de disfraces y de juegos... ¡Pero producía un pánico irrefrenable!... Y tenía su domicilio propio en:
                                    ¡EL ABROJAL !  
      

Ingresó al Colegio Seminario Ntra.Sra.Loreto

El 4 de noviembre de 1866 fue ordenado sacerdote. Primero desempeñó su ministerio sacerdotal en la Catedral de Córdoba  y fue pr...

A Güemes con otra mirada afectiva.