jueves, 25 de enero de 2018

La vieja ciudad del miedo, Alejandro Mareco

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                       Toda publicación la hago después de la introducción de 
                                       "A Güemes, con otra mirada afectiva".

          Barrio Güemes, moderno con huellas del pasado. Hay mucho que decir y mucho que contar, con el aporte del El Libro callejero de Pueblo Nuevo, carteles que recuerdan hechos, personajes de carne y hueso y fantasmas que fueron protagonistas de este pintoresco barrio.
           Mi aporte fue sacar fotos de los carteles en mis paseos que hago por el barrio y así surgió el hacerlo en forma de blogger, a través de mis fotos y bibliografía de consulta ir sumando más información del barrio.
          Donde se nota el paso el paso del tiempo, de lo que fue, lo que es y de las huellas de nuestros pasos a través del tiempo, donde queda una parte de ella, reflejado en sus calles y edificios. Quiero mostrar las historias de vida de ciertos personajes que transitaron sus calles, que lo supe por parte por su gente y otra por los carteles y buscando su historia o leyendas populares, allá y hace tiempo.
          Y será oportunidad para recordar y escribir de aquella historia y de sus personajes que hicieron y dejaron tales como la Pelada de La Cañada, "el Chancho" Benedicto, La Gallina Gigante, el Cabeza Colorada, el Farol, o sucesos que marcaron el barrio.
          También quiero decir y agregar que los límites sobrepasan, porque hay lugares donde las leyendas y personajes que hicieron al barrio más allá del El Abrojal, Pueblo Nuevo y hoy Barrio Güemes que en un tiempo fue más extenso.



   
montaje del título alberto p.m.                              publicado 12/06/2011
                                    selección página externa/ dirección de emial
    A finales del siglo 19 y principios del 20, la noche cordobesa se hundía en las sombras. Esa espesura tenebrosa sería el cobijo de fantasmas y aparecidos. Entonces, la noche era una espesura intensa, a veces impenetrable. Las sombras abrumaban de misterio a una ciudad aún pueblerina, que no se atrevía a andar más allá de la luz del sol. 
     En aquellos días de finales del siglo 19, los cordobeses no tenían más que lámparas de cebo para alumbrarse en la intimidad, mientras que en las esquinas las farolas a gas de carburo de calcio apenas si alcanzaban un brillo en la penumbra y no iban más allá del Centro. 
El siglo 20 también amaneció cubierto de sombras, y la gente no alcanzaba a guarecerse de los enigmas de las fuerzas insondables, de las presencias impalpables, de los misterios más profundos de la vida y de la muerte. 
Y cuando las tinieblas comenzaban a derramarse sobre el caserío, las palpitaciones se escudaban detrás de los cerrojos y en el silencio se oía latir el pulso de la oscuridad. “Cada barrio, casa, calle y encrucijada tenían su duende, sus fantasmas, su luz mala, sus ruidos siniestros”, contaba La Voz del Interior el 1° de enero de 1926. 
   En ese marco tenebroso y al calor de tantas cosas inexplicables en las que se hundían los misterios de la vida cotidiana, se cocinaban los mitos del imaginario popular cordobés, antes de que la fe en el progreso y en la ciencia como fuente de explicación de las viejas incógnitas fuera dejando atrás un tiempo en el que no sólo se creía en lo que se veía. 
El sitio más estremecido de sombras y de presencias extrañas era la Cañada, cuyo viejo calicanto, erigido en 1671 para contener las funestas inundaciones que traía el arroyo, separaba al Centro de la ciudad de un mundo arrabalero enigmático y temible. “Lugar siniestro en donde nadie se atrevía a penetrar de noche. 
   Era una barriada miserable, el principal foco de la mala vida cordobesa. Proxenetas, rameras y ladrones vivían en los ranchos sucios y desechos. Y se decía que a los osados que penetraban de noche en aquellas calles los asaltaban y robaban, asesinándolos con trinchetas de zapateros y con pedradas de honda”. Así describía en 1906 el escritor Manuel Gálvez al barrio El Abrojal, parte de lo que es hoy el barrio Güemes. Los que siguen son algunos de aquellos portadores de sustos. “La Pelada” de la Cañada. El más célebre de todos los fantasmas de la Córdoba en penumbras. Su comarca de sustos iba desde Pueblo Nuevo (hoy, parte de Güemes) hasta más o menos la intersección con la calle 27 de Abril. 
Según el escritor Azor Grimaut, en Duendes de Córdoba, una versión la describe con un bulto de baja estatura, vestida de luto con un manto que cubría su cabeza y ocultaba su rostro. “Se aparecía en las noches en el calicanto: menudita y con aspecto joven, surgía imprevistamente y acompañaba al transeúnte en su trayecto”. La mujer lloraba mientras seguía al caminante, por eso la señalaban como un “alma en pena”, es decir, un muerto que no había encontrado aún su lugar en el cielo. Si se encontraba cerca de algunos de los faroles que iluminaban el cruce de San Juan y Belgrano, esta extraña aparición se quitaba el velo y ponía al descubierto su rostro cadavérico y cabeza rasurada, características que le dieron a la leyenda la condición de fantasma. Se dice que sólo se aparecía ante hombres solos, sobre todo trasnochadores o calaveras, jugadores y gente de mala vida. Cuando los veía llegar cantaba un enigmático estribillo: “Quico llámalo a Perico; Caco, llámalo a Don Marcos”. 
Era más bien un fantasma de invierno que de verano. Es que en la temporada del frío, cuando las campanas de la iglesia Santo Domingo daban las 8 de la noche, puertas y ventanas de los alrededores del calicanto se clausuraban. Al día siguiente, todavía con las tinieblas sin evaporarse, muchas mujeres iban a la misa del alba dando rodeos para no tropezarse con “la Pelada”, y siempre con un rezo en la boca. 
   Ni los policías a caballo se atrevían a incursionar en las sombras de la zona. A veces, los sábados se armaba algún grupo de hombres dispuestos a encontrar al fantasma y resolver el misterio. Hasta que un día ya no volvió a aparecer. Acaso fueron por las oraciones de las mujeres que pedían paz para su alma en pena y tranquilidad para la propia. O tal vez fue la luz, que vino a espantar los misterios.



Ingresó al Colegio Seminario Ntra.Sra.Loreto

El 4 de noviembre de 1866 fue ordenado sacerdote. Primero desempeñó su ministerio sacerdotal en la Catedral de Córdoba  y fue pr...

A Güemes con otra mirada afectiva.