jueves, 7 de junio de 2018

Bolívar N° 550, Subcomisaría de la calle montevideo,

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                       Toda publicación la hago después de la introducción de 
                                       "A Güemes, con otra mirada afectiva".

          Barrio Güemes, moderno con huellas del pasado. Hay mucho que decir y mucho que contar, con el aporte del El Libro callejero de Pueblo Nuevo, carteles que recuerdan hechos, personajes de carne y hueso y fantasmas que fueron protagonistas de este pintoresco barrio.
           Mi aporte fue sacar fotos de los carteles en mis paseos que hago por el barrio y así surgió el hacerlo en forma de blogger, a través de mis fotos y bibliografía de consulta ir sumando más información del barrio.
          Donde se nota el paso el paso del tiempo, de lo que fue, lo que es y de las huellas de nuestros pasos a través del tiempo, donde queda una parte de ella, reflejado en sus calles y edificios. Quiero mostrar las historias de vida de ciertos personajes que transitaron sus calles, que lo supe por parte por su gente y otra por los carteles y buscando su historia o leyendas populares, allá y hace tiempo.
          Y será oportunidad para recordar y escribir de aquella historia y de sus personajes que hicieron y dejaron tales como la Pelada de La Cañada, "el Chancho" Benedicto, La Gallina Gigante, el Cabeza Colorada, el Farol, o sucesos que marcaron el barrio.
          También quiero decir y agregar que los límites sobrepasan, porque hay lugares donde las leyendas y personajes que hicieron al barrio más allá del El Abrojal, Pueblo Nuevo y hoy Barrio Güemes que en un tiempo fue más extenso. 

Bolívar N° 550

cartel bolívar n° 550. libro callejero de pueblo nuevo































recorte diario la voz del interior. el cabeza colorada y la memoria de los cordobeses
José María Llanes o Yanes, alías Cabeza Colorada, Cara de Molde de hacer Municiones, Ojo de puñalada en Tomate, Tizón del Infierno, etc., según lo escrito por Azor Grimaut, nació el 4 de Diciembre de 1890.
Su padre se llamaba Juan Llanes y le decían Juan del Hacha, y su madre era Venancia Godoy.
Él mismo, en más de una ocasión, dijo que había nacido cerca del Observatorio y que por esto tenía un ojo medio cerrado de tanto mirar por el telescopio, obviamente que en son de broma, como por lo general hablaba. Inclusive varios de los sobrenombres que ostentaba, eran de propia autoría y haciendo gala del más puro cordobesismo, prefería en no pocas oportunidades cargarse a sí mismo y no esperaba que otros lo hicieran.
Así por ejemplo, el mote de ‘Aguja’, también le pertenecía y según explicaba ello respondía a que tenía un solo ojo. Los otros sobrenombres, como ‘Tizón del Infierno’, por ejemplo, se debía a que era pelirrojo; el de ‘Cara de Molde de hacer Municiones’ se lo pusieron por las picaduras de viruela que exhibía en su rostro y el de ‘Ojo de Puñalada en Tomate’, también se afincaba en la falta del órgano que ponía una mancha oscura en medio de su pelo y cara colorada.
Según relatan memoriosos vecinos, el padre del Cabeza, a quién según dijimos lo habían rebautizado como ‘Juan del Hacha’, era una persona buena y trabajadora, que siempre vestía de gaucho y si bien portaba su facón también llevaba por lo general un hacha. Esto obedecía al hecho de que Juan se ganaba la vida vendiendo leña que cortaba en los montes de quebracho blanco, algarrobos, talas, etc. que había en las proximidades del sitio en donde había levantado su rancho. Allí vivió durante muchos años junto a su fiel compañera con la que, además del Cabeza, tuvo otros hijos cuyos nombres eran Clarisa, María y Jesús.
En lo que respecta a la madre del Cabeza, Venancia Godoy, podemos decir que en realidad debe haber sido ella la que influenció más para que su hijo se transformara en cantor y guitarrero. Se trataba de una mujer alegre y trabajadora que por lo general hacia sus tareas canturreando alguna canción. Solía inclusive, cuando bajaba a buscar agua del pico existente por aquellos años en la esquina de las calles San Luis (hoy Duarte Quirós) y la que luego se denominaría Corro, detenerse frente a los ranchitos de un tal Venancio (al que apelaban el Brujo pues tenía 9 hijas mujeres), o de Juan Barrera alias el Jote o de Eduardo Gallardo y les cantaba serenatas, acompañándose con golpecitos en el recipiente que llevaba para transportar el agua, o simplemente en el estómago.
De manera tal que las cualidades de la mujer trascendieron en el sector y también en el vecindario del famoso Abrojal, de La Bomba y Pueblo Nuevo, barriadas éstas cercanas al Observatorio, ya que en esos años allí sólo había algunos ranchos y la plateada cúpula del instituto fundado por Sarmiento.
Así es como el Cabeza, que desde pequeño fue mimado de la madre, probablemente para protegerlo de las burlas de los otros niños y por el grotesco aspecto que siempre tuvo, junto con ésta fue aprendiendo a cantar. Tenía una voz aflautada y muy potente y ya a los 10 años se le solía escuchar en algunas guitarreadas familiares o del vecindario, a las que escapaba sin el consentimiento de sus padres.
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Así las cosas, cerca del rancho de los Llanes, se instaló un boliche y junto con este llegaron la música, las riñas de gallos, las timbas o partidas y las consabidas peleas por lo general a pedradas y en el peor de los casos a cuchillo. Y en este ambiente, siendo adolescente, Cabeza Colorada hizo sus primeras experiencias y aprendió a ejecutar la guitarra y a entreverarse con los cantores no sólo del sector sino también del centro.
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De manera tal que ya la colorada y gorda figura de Llanes se hizo infaltable en cuanta reunión hubiera en la zona y en el almacén de la Gringa Luisa en Bolívar y Montevideo, frente a la casa de otro vecino tradicional de la 10º, Juan Barullo. Así también las reuniones en la casa de las Pérez contaron con su animación. Allí conoció precisamente al Gringo Modestino, un italiano acriollado que aparte de tocar la guitarra bastante bien, sabía música. Y éste fue quien le terminó de enseñar al Cabeza los secreto
s del instrumento. Todavía por entonces alternaba sus trasnochadas con changas como pintor de obras, ya que ese era el oficio que sus mayores le habían enseñado para que se ganara la vida, pero que a la postre olvidaría para dedicarse con exclusividad al canto y a su inagotable ocurrencia para contar cuentos, muchas veces inventados por él, cuando no también por él protagonizados.
Recordaremos un par de ellos. Una vez, cuando el Cabeza ya había formado pareja, lo hallaron muy apesadumbrado en un boliche. Como esto no era natural en él, un amigo se le aproximó para inquirirle qué le ocurría. Entonces le dijo que su mujer lo había abandonado y que él sufría mucho. ¿Por qué? Le preguntó el amigo, ¿la querés aún? No, lo que pasa es que desde que ella se fue no me puedo sacar los zapatos y me duelen mucho los pies.
Hay que recordar que Cabeza era un gordo de por lo menos 140 kilogramos de peso y le era muy difícil agacharse.
En otra oportunidad, cantaba en la confitería que había en el Parque Sarmiento, casi frente al Jardín Zoológico. Estaba de moda el tango 'La Muchacha del Circo' y precisamente lo cantaba acompañado por el silencio de la concurrencia. Pero en el momento que decía ‘...yo soy la muchacha del circo/ por unas monedas yo doy...', etc., un parroquiano, probablemente no muy sobrio, mirando la figura del cabeza con fuerte voz le señaló: ‘’Si vo soy la muchacha, como serán lo leone’’. Se dice que nunca más cantó ese tango, ya que las carcajadas prácticamente taparon la potente voz de Llanes.
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Dicen que en la vieja Asistencia Pública de Córdoba (una especie de hospital para personas de bajos recursos económicos), que estaba ubicada en la Calle Ancha 522 (actual General Paz 522), se hallaba internado un amigo, y cuando se enteró Cabeza Colorada de lo que ocurría, se fue a la misma, para saludarle y acaso ayudarle dentro de sus posibilidades.
Al entrar a la Asistencia Pública, se encontró con los famosos enfermeros, los Hermanos Ferreira (más conocidos como los “Doctores Ferreira”, por haber intervenido en tantas “composturas anatómicas”, producidas en la mayorías de las veces por duelos y pendencias ocurridos en el Bajo), quienes le interiorizaron de la gravedad del estado en que se encontraba su amigo.
Muy compungido Cabeza Colorada, en puntas de pies, se arrimó sigilosamente al lecho de su amigo y este al reconocerlo, no pudo menos que largarse a llorar y a preguntarle que por favor le dijera qué le habían hecho en su cuerpo, pues los médicos no le querían confesar nada sobre la particular situación.
Después de un largo rato, Cabeza Colorada fue convencido por las súplicas del amigo y fue entonces que creyendo hacerle un bien al enfermo, le dijo:
-- Mira, tengo dos cosas para decirte, pero una es mala y la otra es buena. ¿Cuál de las dos quieres que te cuente primero?
Desesperado el paciente, con suspiros muy profundos, le pidió por favor que empezara por la “cosa mala”, tal vez para reponerse sin duda con “la buena”.
-- Bueno, respondió Cabeza Colorada y al instante se despachó con la respuesta en esta forma:
mira, a vos te han cortado los dos pies – no terminó de hablar el cantor, cuando el enfermo empezó a llorar inconsolablemente, y Cabeza Colorada para calmarlo le dijo:
-- pero no te aflijas hermano, porque ahora viene “la buena”.
-- Rápido, rápido..., le pidió el amigo.
Y entonces se escuchó la voz del cantor que le decía:
-- Mira aquel tipo que está en la puerta...,...ponente contento…, te quiere comprar los zapatos!!!
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El Cabeza Y Gardel:
Cuando Gardel venía a Córdoba, paraba en el lujoso y ya desaparecido Bristol Hotel (que estaba en calles 9 de Julio y Rivera Indarte), y después de actuar en el centro de la docta, se trasladaba en tranvía hasta El Abrojal, a la mismísima casa del Cabeza Colorada, donde lo esperaba junto con Ciriaco y otros artistas y personajes de localía cordobesa, un jugoso y bien regado asado (tan criollo como El Zorzal) para compartir entre los amigos.
Suponemos, que Carlos Gardel no llegaba a El Abrojal vestido de smoking, precisamente.
Muchos cordobeses recuerdan esta anécdota: en una ocasión El Cabeza cantó en presencia de Gardel, y al finalizar su actuación, El Zorzal lo felicitó por la forma de interpretar el tango, a lo que El Cabeza Colorada respondió: Gracias don Carlos, usted tampoco desentona.

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El Cabeza Colorada, fue sin dudas, el personaje que mayor cantidad de anécdotas le endilgaron o protagonizó. Y esta “fama” la llevó hasta después de su fallecimiento.
A propósito de ello comentaremos lo que expresara un viejo vecino orillero, que asistió a la inhumación de los restos mortales de Cabeza Colorada, efectuada en el Cementerio San Vicente.
Decía el informante que solamente estuvieron en el entierro: su mujer, el “zurdo” Vicente, el Sub Comisario de aquella seccional y otras pocas personas que por su número, podrían haberse contado con los dedos de las manos, como si su recuerdo, se hubiese esfumado de las mentes de los cordobeses.
En esa oportunidad, fue cuando se desfondo el cajón “del finadito”, que pesaba abultados kilos (alrededor de 160 kilos).
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Y así transcurrió la vida del Cabeza, admirado no sólo por los cordobeses sino también por cantores de Buenos Aires, adonde lo llevaron varias veces pero nunca lograron que se quedara. Él prefirió seguir hablando en cordobés y su público le devolvió este cariño con la inmortalidad del recuerdo.


Fuentes: (extracto nota La Voz del Interior: Recuerdo del Ayer/ “El Cabeza Colorada” y la Memoria de los cordobeses)

Subcomisaría de la calle Montevideo

cartel subcomisaría de la calle montevideo. libro callejero de pueblo nuev































formación para la foto de la subcomisaría. montaje alberto p.m.


ubicación de los carteles. alberto p.m.



Ingresó al Colegio Seminario Ntra.Sra.Loreto

El 4 de noviembre de 1866 fue ordenado sacerdote. Primero desempeñó su ministerio sacerdotal en la Catedral de Córdoba  y fue pr...

A Güemes con otra mirada afectiva.